FACTUM

I. El espacio, en un blanco grisáceo y aséptico, abraza a cada uno de los miembros, donde cada cual seguramente convive de manera distinta con la herencia material y simbólica que significa integrar una gran familia, donde cada uno convive como puede con su factótum.

Son más de treinta, visten ropa elegante y usan objetos fastuosos, antiguos y modernos. La escena podría representar un instante en la biografía de una familia tradicional, una de las tantas cuya historia se relaciona con el nacimiento de la Nación. Elementos del pasado y del presente: ropa de puntillas y terciopelo heredada de antepasados y algún que otro atavío que sigue los decálogos de la moda actual, candelabros antiguos y una cafetera exprés acompañan a tres generaciones unidas por el parentesco familiar.

II. El retrato familiar que reúne a tres o inclusive a cuatro generaciones es una tipología concreta en la historia de la fotografía. Este registro funciona como trofeo que demuestra que, a pesar de los avatares políticos, económicos y sociales, una familia, no necesariamente acomodada, puede sostenerse a lo largo del tiempo. Estas fotografías han hecho y hacen posible la construcción del relato mítico en la historia de una familia.

Durante la primera mitad del siglo XX explota el boom del retrato familiar. Con más o menos polvo sobre su cubierta, la mayoría de los viejos álbumes familiares atestiguan la presencia de raídos retratos coloreados o en blanco y negro que han sido tomados en estudio o delante del mar por uno de los tantos profesionales de gira por la Costa Atlántica. El retrato familiar y sus convenciones, desde su origen con la pintura, ayudará a reforzar, según la época y la clase social, una imagen determinada de la familia como bastión de la organización social.

La escena que hoy nos presenta la fotógrafa Ana Zorraquín se ve atravesada no solamente por la convivencia entre el pasado y el presente, entre la gloria y el ocaso, la opulencia y sus lastres, sino también que la ubicación (en grupos de mujeres, hombres o mixtos) y las posturas (de frente, de espaldas, tres cuatros de perfil, parados o sentados)  remiten a la coexistencia de una concepción tradicional de familia con otra donde, en consonancia con el presente, los lazos parentales no obedecen al paradigma decimonónico, modelo que el retrato clásico de familia tanto ayudó a fijar en nuestro imaginario colectivo.

III. En la composición de esta sofisticada arquitectura humana, en un espacio donde el tiempo pareciera estar entre paréntesis, una de las cuestiones más sugestivas deviene de la colección de miradas. Todas se enfocan hacia distintos puntos de fuga, como si estuvieran evitando el infierno o la asfixia de lo que puede llegar a ser el interior de una familia, con su amor pero también con sus dramas y secretos. Definitivamente tenemos en frente retrato que elude el modelo familiar de las sitcom para acercarse a la idiosincrasia dramática de los clanes de las novelas clásicas. ¿Será así?

Ana Zorraquín realiza una hazaña no solamente por la función que cumplirá esta pieza en la historia del grupo familiar, sino también por haber logrado reunir a tanta gente, no para una gran fiesta, sino para realizar una obra de arte. Una pieza que a través de la teatralidad de la escena y de la artificialidad en la construcción de cada uno de los detalles sumerge al espectador en la conocida y apasionante extrañeza de las relaciones familiares.

La búsqueda de la sensación de extrañeza es bien conocida por la artista, quien antes de producir la obra que estoy comentando, realizó por muchísimo tiempo unas hermosas fotografías bajo la técnica del cianotipo. El uso de esta antigua tecnología y las imágenes fotografiadas tienen la fuerza de generar en el espectador un efecto de confusión temporal, de hermosa extrañeza.

IV. Factótum retrata a cada miembro de la parentela al mismo tiempo que captura a todos como si fueran un mismo cuerpo. Pero la identidad no es lo que está en juego en la imagen, esa identidad que el fotógrafo de retratos por convención intenta capturar. Tampoco la familia, que vendría a ser el contenido de la obra, es el tema. Creo que la artista, a través del registro de su mundo más cercano, intenta atrapar al tiempo, el pasado, el presente y el futuro en simultáneo. Intenta capturar ese atávico deseo de ser parte del tiempo.

Lara Marmor.-